Otro día de almuerzo en un comedor ruidoso

Por: Julián Valencia, 11A

Es un día más de colegio, le agradezco a Dios por permitirme estudiar en el Conservatorio de Ibagué, cuyo objetivo es formar jóvenes músicos con valores y perseverancia. Como yo, cientos de estudiantes están orgullosos de pertenecer a este plantel educativo y desean tener las instalaciones adecuadas para su formación. 

El inicio de la mañana es emocionante, me levanto a las 5:00 a.m., desayuno a las 5:30 a.m. y salgo de mi casa a las 6:00 a.m., llego al colegio y luego empiezan las clases y el compartir con mis compañeros y maestros. Disfruto cada espacio y doy mi mayor esfuerzo por atender a cada nuevo conocimiento que brindan mis maestros. 

Siendo las 11:45 am, me siento un poco exhausto, la mañana se ha ido, y ya casi es tiempo de ir al comedor a almorzar, solo espero se termine la clase en la que estoy en el momento, el hambre es impresionante, pues desayuno temprano y ya no me puedo concentrar, no hallo la hora de sentarme y recargarme con un rico almuerzo de esos que brinda el plantel. 

Pienso: espero no encontrar esa gran multitud de estudiantes que me impacienta, son filas de estudiantes tanto de primaria como de bachillerato, es un desorden, el ruido, la incomodidad, la espera y la búsqueda de un puesto, son unos de los aspectos que me desmotivan a la hora del almuerzo; pero sin más opciones, debo tolerar la situación mientras disminuye el cumulo de estudiantes, pues hay algo a mi favor, soy estudiante del grado once, y para los grados decimos y onces hay un poco de prioridad en la entrega del almuerzo, de todos modos me siento un poco mal porque, ¡claro!, esto no le gusta a los compañeros de otros grados. 

Sería bueno que la Institución tuviera dos comedores y se reflejara una mejor organización, ¡esa es mi inquietud! Pues así den prioridad en la entrega de unos almuerzos, los comedores siguen siendo un área pequeña para la demanda de estudiantes del plantel educativo. 

De pronto suena la campana o el maestro nos dice: “Son las 12:00 m es hora de salir”. Voy al baño, me lavo las manos, me dirijo al comedor y observo de nuevo el cúmulo de estudiantes, sus dos filas, en ocasiones una tercera de los grados décimos y onces, para poder entrar al comedor.

La maestra María Emma nos da la entrada, después de una espera y de aguantar el calor de la multitud; tomo el cubierto, recibo mi almuerzo y la bebida, y me pongo en la búsqueda de un lugar para alimentarme. ¡Lo encontré!, me siento y almuerzo, al terminar me dirijo hacia la salida deprisa para evacuar el lugar, pues todavía continúan las filas con los demás compañeros. A la salida se encuentran ubicadas tres canecas y una vasija para dejar allí los desperdicios, platos, vasos y cuchara, y procedo a buscar un sitio tranquilo para descasar un rato y continuar mi jornada, porque en el comedor no se puede.  

Con el estómago lleno, y un poco más calmado, mi mente resalta, el día miércoles 11 de marzo de 2020 el comedor fue totalmente diferente, sin ruido y en orden; no se encontraban los estudiantes de cuarto de primaria a sexto de bachillerato. Ese día se pudo disfrutar este espacio para descansar y tomar los alimentos con tranquilidad y comodidad ¡Con agrado!; y es aquí donde concluyo que, por la demanda de estudiantes en mi colegio, se necesita ampliar el área de comedores para garantizar la tranquilidad y comodidad en la totalidad de sus estudiantes.   

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