La metodología de calificación: La segunda carta de presentación del maestro


 Por Cristhian Daniel Godoy

En un momento de concentración y tranquilidad casi de otro mundo, se me viene algo a la mente, los estudiantes siempre recordamos a ese maestro que suma cada corte de periodo; así como al que no mira ningún proceso, ni esfuerzo por más grande o mínimo que sea; pero también, al maestro que, aunque nadie crea en nosotros y solo nos tilden de vagos, indisciplinados, rebeldes o poco inteligentes, nos muestra que hasta el esfuerzo y progreso más mínimo vale; también, al maestro que nos hace sentir que lo que importa es “la rosca”, quien te conoce un poco más, te puede ayudar más, te puede calificar por lo que eres porque te conoce, mientras al estudiante que no conozca solo lo calificará por lo que muestre en clase.

Nuestro paso por el colegio es un proceso, en el que no siempre demostramos lo que somos capaces de lograr. Recuerdo que química, ciencias naturales y matemáticas eran muy sencillas para mí cuando era niño, y sobresalía, pero crecemos y así como formamos nuestra personalidad, capacidades y gustos, formamos nuestro camino, nuestra profesión, y yo, con el pasar de los años y ayuda de unos maestros que me marcaron logre encontrar mi profesión, lo que me gusta en lo que resalto y lo que puedo decir que me hace sentir “vivo”.

La verdad antes no tenía en mente la idea de estudiar música. Yo inicié tocando rock por diversión cuando tenía once años, tuve una banda con compañeros del colegio de ese tiempo, no veía el contrabajo como algo serio. En séptimo grado tuve cambio de maestro, el cual me recibió como a cualquier otro estudiante, pero el cambio de metodología fue duro, más a un maestro que ya llevaba a mis compañeros desde sus inicios, recuerdo bien que él tenía sus esperanzas en Lina, mi compañera actual, y por mí no daba nada de lo que a lo mejor da hoy en día.

Recuerdo muy bien que ese maestro fue el que me enseño lo que significa una calificación, el que tanto me repitió que no puedo acelerar más de lo que puedo frenar en todo aspecto de la vida, quien me mostró que lo más importante de la nota es ignorarla, que no importa, que no mide trabajo, esfuerzo y dedicación, puesto que cada logro no es precisamente todo lo que salió bien, sino todo lo que se luchó para vencer las dificultades, hablando en cualquier ámbito o aspecto de la vida.

Roberto; mi maestro de instrumento, no me motivó mucho, me trató bastante fuerte, yo empecé a agarrarle fastidio a las clases de instrumento, incluso intentaba faltar, y por obvias razones, le cogí fastidio al colegio, al maestro y al instrumento en sí. Pude pasar unos años así, pues al final siempre sacaba todo adelante, ya que siempre se me facilitó rendir con el instrumento. Un día yo decidí iniciar mi noveno grado dedicándole tiempo y sacrificio al instrumento, mi maestro empezó a fijarse un poco más en mí; tristemente, Lina tuvo una lesión de muñeca, lo cual hizo que tuviese que dejar de estudiar con el ritmo con el que venía y dejar de tocar por un tiempo.

Empecé a avanzar de una gran forma, era el inicio de algo muy bueno, a pesar de que en las audiciones finales recibí fuertes golpes de parte de Ezequiel; quien fue mi primer maestro y mi maestro/compañero actual de orquesta; golpes que me tuvieron al borde de dejar la música, pero no lo hice por diferentes razones que me ayudaron en su momento.

Mi maestro nunca hablaba conmigo sobre la nota, él solo me metía tres palabras en la cabeza, escala, ejercicio y obra, y las repetía todo el año. Nunca recibí notas altas hasta que él se dio cuenta del esfuerzo que yo empecé a realizar, recuerdo que los ánimos y el ambiente de las clases de instrumento cambiaron totalmente, y además de ser mi maestro, Roberto se convirtió en un padre para mí, se dedicó a formarme integralmente, tanta ha sido la confianza y la buena relación con mi maestro, que ya es un amigo más, ya lo considero parte de mi familia.

Y los años han pasado, y las notas y los promedios avanzaron, y cada vez menos hablamos de eso, antes me pedía por lo menos una autoevaluación y hacíamos una coevaluación, ahora yo me entero de la nota después de que mi madre reclama el boletín, y gracias a que él me llevó en este proceso es que la nota ni motiva, ni desmotiva, es un requisito y está en su poder calificarme, pero ni demuestra que toco, ni demuestra que no toco, ya que como él dijo “los números no transmiten nada a la gente, usted es el único que lo puede hacer”.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo que hay detrás del presente

Mi bello Conservatorio

El insomnio, un enemigo de las sombras